martes, 19 de febrero de 2008

Relato Leyenda de los 5 Anillos

LA ULTIMA BATALLA

Mientras sacudo la sangre de mi katana y la guardo respetuosamente en el obi, miro a mí alrededor para solo encontrar desolación. Observo a los pocos supervivientes que quedan en pie, todos heridos, pero destaca una figura enorme con una armadura pesada y un no-dachi en la mano derecha, los símbolos de su familia y clan en la armadura apenas se ven por la gran cantidad de sangre que los tapa, pero no me hace falta esos símbolos para reconocer a quien me acompaña desde el gempuku, es Hiruma Teyu daimyo de la familia Hiruma, aquel que recuperó el castillo de su familia y su katana ancestral, aquel que hizo de un grupo de ronin y mercenarios la mejor tropa que pueda haber en batalla, el caparazón del cangrejo.
Camino hacia él lo más rápido que puedo aunque las fuerzas empiezan a fallarme, he perdido mucha sangre, tengo muchas heridas, pero se que eso no es lo que me esta matando. Cuando llego a su lado, hago un respetuoso saludo como un daimyo se merece y soy correspondida de la misma manera. – Teyu, ¿estás bien? – al acercarme puedo observar que su armadura esta prácticamente destrozada, tiene signos de garrazos enormes por todas partes, esta también quemada y cubierta por un líquido negro espeso que no había visto antes. – Estoy mejor que él – y señala un cadáver a su espalda, un oni enorme como no hay dos en todas las Tierras Sombrías, no es difícil reconocerlo incluso cuando esta casi partido en tres trozos, no es otro que Chi no Oni.

Sin embargo, pese a la respuesta de mi amigo cangrejo se le notaba cansado, herido y débil, ese veneno nos estaba matando y no iba a tardar mucho en cumplir su función, ya llevaba horas en nuestro cuerpo y ya no había marcha atrás, pero si pudiera regresar en el tiempo no cambiaría nada de lo logrado hoy…

- ¿oyes eso? Parece ruido de combate en la sala de las armas ancestrales, ¡corre Teyu!- grita Matsu mientras se lanza corriendo a abrir las puertas de la sala. En su interior ve a un grupo de guardias luchando contra unos hombres o criaturas, no se distinguen bien los rasgos, aunque la mayor parte de los guardias están prácticamente caídos en el suelo agonizando pero a la vez intentando cumplir con su deber que es salvar al Emperador que se encuentra en el centro de la sala rodeado por los pocos guardias que aún quedan en pie. Al grito de MAAAAATSUUUUU y de HIRUMA CUENTA LOS MUERTOS, nos lanzamos a la batalla con la única idea de salvar al Emperador y sacarlo de allí lo antes posible. Nuestras katanas se movían con rapidez y fuerza y conseguían eliminar a los enemigos los cuales se vieron sorprendidos por nuestra aparición. Viendo la facilidad con la que acabábamos con ellos decidieron huir y salvar la vida los que aún tenían una que salvar, pero antes de eso lograron herirnos una sola vez a ambos, un corte superficial, sin importancia, habíamos salido de cosas muchísimo peores que ese rasguño. Enseguida nos preocupamos por el Emperador el cual nos agradeció la oportuna intervención y nos encomendó que nos dirigiéramos al campo de batalla, pues los ejércitos de Fu Leng estaban muy próximos.
Fue en ese momento cuando me di cuenta que algo no iba bien, que esos asaltantes se habían marchado con demasiada facilidad y rapidez para no haber cumplido su objetivo, pero si que lo habían cumplido. Observé uno de los Tanto que emplearon en el ataque y vi un liquido extraño que no era sangre.
- Nos han envenenado Hiruma-san. Debemos averiguar que es y lograr un antídoto antes de la batalla o quizá no lleguemos a luchar en ella.- Corrimos por las estancias de palacio y no tardamos en tropezarnos con alguien que podría haber traido esperanza, pero que sabía no lo haría, no era otra que Bayushi Kachiko.


- Bayushi-sama, precisamos de su ayuda o la de alguien de su clan, ¿sabría decirme si este veneno es grave o si tiene un antídoto a mano?,- mirándome por encima del hombro como en ella era costumbre cuando se dirigía a mi, respondió - ¿por qué he de saber yo o alguno de mi clan sobre esos temas? – con una mirada de ira en mis ojos le dije – no te andes con juegos conmigo ahora, voy a luchar en una batalla terrible contra enemigos que turbarían tus sueños por toda la eternidad, para que tu y tu clan, junto con el resto del imperio pueda tener una eternidad para soñar. Nos conocemos de muchos años y se que tu clan conoce bien los venenos, pues me intentasteis envenenar hace tiempo, pero para tu desgracia sigo viva, y para mayor dolor tuyo, el cuerpo de Akodo Sugai descansa en el lugar que le corresponde y no en la cuna que nació tu amado sobrino. Ahora dime si sabes algo de este veneno o apártate de mi camino.
Con la frialdad que la caracteriza, con un gesto casi divertido y como si mis palabras no significaran nada para ella, la Dama Kachiko me respondió – querida, el veneno que corre por tus venas es mortal, en unas horas morirás y por supuesto que conozco el antídoto, pero por desgracia no tengo ninguno aquí y no lo conseguiría a tiempo, así que pronto te reunirás con tu amado y dejarás este mundo para mi.- Con una risa triunfal siguió su camino con un contoneo más provocativo de lo habitual.
- Bien, Teyu, no tenemos más tiempo, debemos ir a la batalla y que por lo menos nos marchemos sabiendo que el imperio seguirá intacto y no en manos de Fu Leng.



Cada uno ocupa su lugar en la batalla, yo estoy al frente del Orgullo de las Matsu, la unidad de élite del clan que sirven como guardaespaldas del Daimyo Akodo Toturi, el mejor estratega de todo el imperio. Teyu esta al frente del Caparazón del Cangrejo y por supuesto en vanguardia de la batalla. El descomunal ejército enemigo pronto se abalanza contra nosotros, una horda de criaturas horrendas salida de las peores pesadillas de un perturbado pronto se nos planta delante, pero somos nosotros los que los embestimos porque no tememos a nada ni a nadie.
La batalla es brutal, el enemigo es muy superior en número pero aquí están los mejores samurais del imperio sin duda alguna, comienzo a decapitar enemigos, mi katana se mueve con la ligereza del viento y la fuerza del león; Teyu ni se molesta en esquivar los golpes, su no-dachi vuela rebanando monstruos a su paso y esparciendo sus trozos por el campo de batalla. Pronto nos perdemos de vista el uno al otro, la batalla es larga y los enemigos no cesan de venir, pero seguimos aguantando.


Por fin me abro paso hasta llegar a la cabecilla de este miserable ejercito, aquella que llevara con orgullo el nombre de Matsu pero que se corrompiera por no soportar conformarse con el lugar que le correspondía, el lugar que ahora tengo yo, Daimyo de la familia Matsu, ella quería más porque pensaba que Toturi era un débil y no merecía ser el campeón del clan León, y se dejó arrastrar a las tinieblas y poseer por un poderoso ser de las Tierras Sombrías.

Ahora comandaba el ejercito invasor y su fuerza y su poder eran mayores a los de antes, pero olvidó que eso no es suficiente para ganar una batalla o un combate, el honor inmaculado del samurai justo y recto te da cuanto te falta para alcanzar la gloria de la victoria.
Por un momento el tiempo parecía detenerse, el ruido de la batalla no existía, nadie estaba a nuestro alrededor, solas ella y yo. Cruzamos las miradas y ninguna la apartamos, no había miedo o duda en ninguna, ambas teníamos la seguridad de ganar este combate, ella por ser más fuerte que yo, y yo por estar luchando por una causa más grande que cualquier otra, la libertad y el futuro del imperio, de todos aquellos que trabajan en los campos, que trabajan la seda, que cocinan, que destilan el sake, en definitiva aquellos que confían en que cumpliremos con nuestro deber como ellos cumplen con el suyo.
Al segundo siguiente nuestras katanas chocan y nos enzarzamos en el combate, los golpes se suceden con rapidez, ambas logramos impactar en nuestra adversaria pero sin llegar a hacer un daño letal. Mis golpes buscan su cuello para cercenarlo, los suyos son de una violencia tremenda, empiezo a sangrar en abundancia y veo que la lucha no va a terminar como deseo, pero no voy a fallarle al imperio, no voy a fracasar esta vez, no ire a ver a mis ancestros con la vergüenza de la derrota. Empuño la katana con fuerza y arremeto con una serie de golpes que logran hacer mella en Matsu Tsuko e intento una estocada final, pero ella logra desviarla y me lanza un golpe al pecho buscando atravesar mi corazón. En ese momento, mis ojos se iluminan siguiéndole el resto de mi cuerpo, empiezo a refulgir dando muestra de mi honor inmaculado, y usando una de las técnicas secretas de los Kenku logro desviar su katana con mi mano izquierda, abriendo por completo su guardia y aprovechando su gran sorpresa le asesto un golpe tremendo en la base del cuello que hace que su cabeza salga despedida por los aires y su cuerpo caiga inerte al campo de batalla.



- Parece increíble Teyu, hemos derrotado a los enemigos más poderosos de todos a los que nos hemos enfrentado, hemos ganado la batalla más dura de las muchas que hemos librado, ningún acero nos ha vencido jamás, incluso regresé de la muerte una vez, y sin embargo vamos a morir hoy y de una forma que no tiene honor ninguno. – Las fuerzas nos abandonaban poco a poco, nuestras piernas no podían soportar el peso de nuestro cuerpo y de las pesadas armaduras. Me quité el peto dejando ver mi kimono blanco una vez más, en muestra del luto que visto desde la muerte de mi amado Akodo Sugai, y finalmente caigo de rodillas al campo de batalla.

Hiruma Teyu cae frente a mi de rodillas también, pero él aun conserva su gran armadura y mirándonos a los ojos me dice – ha sido un placer combatir a tu lado, Matsu-sama, - con una sonrisa en los labios le respondo, - ha sido un honor combatir a tu lado, y vivir a tu lado Hiruma-sama. Las lagrimas se derramaron por nuestras mejillas como muestra de la dicha de haber compartido una amistad con alguien tan excepcional, durante toda una vida, atrás quedaron los duelos con boken por cualquier incorrección del cangrejo, atrás tantas veces en las que nos salvamos la vida mutuamente, atrás tantas batallas ganadas, atrás el honor de que llamara a su hija como yo, atrás una vida de compromiso y honor, de fuerza y deber.
- ¡No moriremos así, no será el veneno el que nos lleve con nuestros ancestros! gritó Teyu, con una sonrisa en los labios hice acopio de las pocas fuerzas que me quedaban, y logré levantarme. Hiruma ya esperaba de pie con la mano en posición para desenfundar su katana. Nos saludamos como mandan las costumbres en un duelo entre samuráis, nos miramos a los llorosos ojos por última vez y ambos desenfundamos con un gesto que habíamos repetido miles de veces.

Ninguno hizo el más mínimo gesto por evitar el golpe del otro, y ambos cuerpos cayeron al suelo con una herida mortal y nuestra sangre se mezcló al tiempo que la vida nos abandonó.



Así se cuenta la historia, cientos de años mas tarde, de la última batalla de los samuráis más grandes del Imperio Esmeralda, que dieron su vida por salvar al Emperador y luego lucharon contra las fuerzas de Aquel Que No Debe Ser Nombrado, dando una lección de honor y sacrificio, de deber y de fuerza.

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